Después de darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de que los programadores de Tele 5 están tratando de encontrar el límite del espectador.
Ya “Gran Hermano” anticipaba parte del problema. Pero no fue suficiente.
“Hotel Glam” comenzaba a rozar el esperpento, continuado por “Gran Hermano VIP”. Tampoco ha sido suficiente.
El éxtasis del cutrerío, la estupidez y el insulto a nuestra inteligencia ha llegado con “La casa de tu vida”. Ya es bastante recochineo que el premio sea una vivienda. Un bien elemental. Bastante tenemos con no poder pagar los precios inimaginados hace años, cuando se podía comprar un chalé de lujo con el importe que ahora se paga por un piso de cincuenta metros. Bastante con la estructura “Gran Hermano” en la que se fomenta la mala leche entre los concursantes.
Pero parece que en esta edición alguien va a morir acuchillado por el clima irrespirable que se ha creado en torno a una pareja de imbéciles. Es el viejo truco de introducir al malo: Aída, Tamara… Esos eternos perdedores que aprenden a rentabilizar el odio que generan.
En definitiva, que me he pasado de mala leche el rato que ha durado el programa. Y, en realidad, lo que más duele: que me acabaré enganchando, como siempre.
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