A veces las palabras se pronuncian en un tono tan alto que la otra persona no entiende el sentido en el que se pronunciaron. La habitación se hiela. Sientes la escarcha atenazando tus manos, una suave vaharada deslizándose entre tus labios, el corazón latiendo demasiado deprisa.
Entonces sientes ganas de correr, alejarte de esa fuente de dolor insospechado.
Se olvidan esos otros momentos que seguro que existen.
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