No tienen ningún motivo para quedarse aquí.
Y tal vez un día me levante de la cama y ella no esté a mi lado. Porque no tiene obligación de hacerlo. Tal vez una noche se harte de mis largas charlas con mi ordenador y se deslice por a puerta sigilosamente de manera que yo, embelesada en este mundo de letras y colores y sonidos, no lo perciba.
Este mismo día puede que marque todos los números conocidos pero no haya respuesta. O alguien diga al otro lado de la línea que me confundí.
O quede en los mismos lugares de siempre, esperando encontrarme las mismas caras amigas con las que comparto penurias y sueños, muchos sueños, y no haya nadie. O esas caras no me reconozcan. O que sí me reconozcan pero que hagan como que no me han visto.
Y tal vez ese día me toque vestirme de payaso, cubrir mi cara con máscaras, para enfrentarme al mundo exterior. Para parecer la persona autosuficiente, autocomplaciente que no soy.
Tengo un miedo atroz a quedarme sola.
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